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Te invito a que te des un garbeo por este territorio fronterizo, donde encontrarás algunas cosillas mías, las de otros y tal vez algunas tuyas, si quieres. Además, también iré colgando algunas de las cosas que despierten mi curiosidad, confirmen o desafíen mi pensamiento y mis creencias, o me generen algún cosquilleoCuando te apetezca acompañarme, ten a mano los auriculares, sobretodo si quieres escuchar bien los mélanges (sorry, pero en ese tema no he aprendido nada nuevo). Y si no visualizas bien la página, cambia la resolución de tu pantalla a 1280 x 1024. Hala pues!, sírvete un drink, unas almendritas o prende un cigarrillo, y pincha el gadget, que esto despega ya...

Aquí el Mix: Una altra galaxia (Pastora)© + Apolo XI.
Aquí el video y la letra en castellano
"Lo que uno ya es incapaz de contar con el cuerpo y el espíritu termina contándolo con la música" S.Marai

28 enero 2013

Cristina. En las tripas de Zeleste

La amiga Cristina me regala este flashback de sus años en el mítico Zeleste. Si quieres rememorar más aquellos tiempos rebeldes y fascinantes, echa una visual al libro de Nazario donde aparece este y otros artículos "La Barcelona de los años 70 vista por Nazario y sus amigos". Ellago Ediciones. 2010.

EN LAS TRIPAS DE ZELESTE

En el gríseo uniforme de aquella España, Barcelona fue un oasis y Zeleste su palmera, tal vez porque allí irrumpió entre excesos y burlas una identidad propia, que se manifestó irremediablemente: protestona, combativa, rebelde, vital y transgresora –no sólo políticamente antifranquista-. Zeleste fue un lugar donde se vivía, se bebía y se estaba; acción porque promovió trabajo creativo (diletantismo remunerado, también); trinchera porque cada acto y cada día iban precedidos de toreo a las represivas ordenanzas, reglamentos y costumbres que regían aquellos días. Con su neoexperiencia fue capaz de unir efectividad en la creación de infraestructuras musicales y logísticas complicadas.

Resalto en Fosforito* su habilidad, sorteando los represivos vericuetos legales que impedían y coartaban la consecución de una Fiesta continua y combativa, que anhelaba limpiar la ciudad de miedo, llenándola de pulsaciones de alegría hasta niveles vehementes de entusiasmo.

ZELESTE fue un vuelo, con un despegue tan alto y exitoso que llegando al límite peligroso me sorprendió no tener apenas conciencia de ello y… tal vez sólo se pueda salir del “Todo prohibido” con el “Todo vale” (creo que Marianne Faithfull dijo algo parecido, “Au fond de la Sienne il y a de l’eau…”), ya luego depende del equilibrio o de ¡qué sé yo….! De cada cual.

Trabajaba en Zeleste, me divertí en Zeleste y dormía sobre el Zeleste. Fui afortunada y arrollada. Entre ambas: montes, lagunas oceánicas, puentes y barrancos. Mi memoria me sabotea, también parece misericordiosa.

El día podía empezar depositando en el Gobierno Civil una caja de habanos para el entonces Exc. Gobernador Civil (hoy de muchas luces), correr al puente aéreo para cambiar promesas de buen comportamiento por timbres de autorización en el Ministerio de Información y Turismo (llamábanse los músicos) (su acreditación: espectáculos y variedades), acudir a la comisaría y/o aduana, donde retenían a algún músico, pongamos por caso de Rodesia o checoslovaco, consideraban que sus instrumentos o aparatos musicales eran contrabando y a pagar, ¡por supuesto!

Acarrearlos e instalarlos en la Ciudad Condal, llevar invitaciones a políticos aún clandestinos pero ya vox pópuli futuros dueños de la ciudad acompañadas de lindos envoltorios con marihuana dentro. Recoger a los músicos, ponerlos a tono sin que se sobrepasaran (dependiendo de sus exigencias, necesidades o en el caso de la cantautora balear, puros caprichos). ¡Ah, sí!, nunca olvidé unirme a la fiesta en cuanto empezaban a sonar los primeros acordes; seguir facilitando lo necesario a los vips del local, llevarme a músicos a cenar a los varios drugstores (que en aquel siglo pasado disponíamos). Acabar mi madrugada a puerta cerrada en cualquier de los otros locales (a veces tugurios) del barrio, cuando no en el mismo Zeleste, y dar antes de dormir los convenientes toques cosméticos a los libros de contabilidad, para que el montaje de la gallina de los huevos de oro continuara, continuara… Eso también (y agradezco desde aquí a los que lo recuerdan), nunca permití que ningún músico, camarero o proveedor no cobrara.

Fui una esteticista financiera, en medio de un Mississippi de whiskies, nubes de humo, purísimo LSD y sexo fraternal** a ultranza.

Zeleste irradió, modificó la atmósfera de Barcelona, una vez más el mundo pasó por Barcelona. De María Schneider… a Lou Reed… de Víctor Jara… a los líderes de la revolución de Berlín… de Passolini…. Al Cabrero.

Y nosotros de FIESTA.
 
La valentía y el desafío descarado a cualquier convencionalismo y la facilidad con la que resolvíamos todo, me anestesiaron por completo de la noción de peligro, aún cuando la inclusión de sustancias más fuertes empezó su goteo de cadáveres, cerebros desencajados y mordiscos a la yugular.

Fue singular la importancia tanto de la gente que en esa sala entraba como la música que de allí salía. Parecía no haber barreras de ningún tipo entre músicos y oyentes. La iluminación, la hilaridad del público te permitía también estar, embriagada, sola… Cualquier estado de ánimo era O.K.

Cuando ZELESTE cursó “su quiebra” yo ya no era la esteticista económica, ni la baby-sitter de los músicos, ni siquiera la mona que repartía los dátiles de la palmera reina, acabé siendo incapaz de garantizar (y menos firmar) que dos más dos resultaran cinco.
Inaugurar el Estatuto del Trabajador me aseguró una cierta integridad física.

Cuando el ZELESTE de Argentería murió, yo ya lo había hecho un poquitín antes, en plena fiesta ¡por supuesto! Quizás por esto, y aunque corre alguna laguna, he regresado y sigo durmiendo encima de la vieja sala, recordando aquella conversión de fiesta en libertad, lo que nos hizo libres y preguntando:¿es la fiesta quien ahuyenta el miedo? ¿Es en su ausencia donde encontramos vida?

Suerte Amparo, la nuestra.
Y suerte te deseo a ti, “mi negra Marta”

*nombre proveniente de un magnífico corte de pelo “mechero” en el Kike’s.
** muy repartido