Aquí te dejo un mélange de lo que he pillado aquí y allá
sobre el libro del filósofo Byung-Chul Han La
sociedad del cansancio (y que, por cierto, no he leído). Al final encontrarás
un link al capítulo titulado La violencia
neuronal.
La sociedad del cansancio
Byung-Chul
Han afirma que la sociedad occidental está sufriendo un silencioso
cambio de paradigma: el exceso de positividad está conduciendo a una sociedad
del cansancio y esa es la causa de todas
las enfermedades neuronales.
Este filósofo surcoreano afincado en Alemania señala, al
contrario que Foucault, que no vivimos en una sociedad disciplinaria de
“hospitales, psiquiátricos, cárceles, cuarteles y fábricas” sino en una
sociedad del rendimiento llena de “gimnasios, torres de oficinas, bancos,
aviones, grandes centros comerciales y laboratorios genéticos”. A
la sociedad disciplinaria foucaultiana le regía el no y su negatividad generaba locos y criminales. Por el
contrario, la sociedad del rendimiento y el multitasking,
esa que ha acuñado el eslogan Yes We Can,
produce individuos agotados, fracasados y depresivos. La positividad del poder es mucho más
eficiente que la negatividad del deber. El lamento del individuo depresivo, “Nada es posible”, solamente puede
manifestarse dentro de una sociedad que cree que “Nada es imposible”. No-poder-poder-más conduce a un
destructivo reproche de sí mismo y a la autoagresión. Quizá lo diga porque en
Corea del Sur se suicidan por suspender exámenes.
Según
el autor, la resistencia solo es posible en relación con la coacción externa.
La explotación a la que uno mismo se somete es mucho peor que la externa, ya
que se ayuda del sentimiento de libertad. Esta forma de explotación resulta,
asimismo, mucho más eficiente y productiva debido a que el individuo decide
voluntariamente explotarse a sí mismo hasta la extenuación. Resulta muy difícil
revelarse cuando víctima y verdugo, explotador y explotado, son la misma persona.
En realidad, quien se cree libre, se halla tan
encadenado como Prometeo, la figura de la que poéticamente se sirve Han para
personificar esta sociedad del cansancio. Sin embargo, Han nos invita a
reinterpretar este mito, imaginándonos un cansancio curativo, que no abre
heridas, sino que las cierra. Tal cansancio no
resulta de un rearme desenfrenado, sino de un amable desarme del Yo.
Cada época, dice, tiene sus enfermedades emblemáticas. El siglo pasado era una época inmunológica, mediada por una clara división entre el adentro y el afuera, el amigo y el enemigo o entre lo propio y lo extraño. La invención del antibiótico acabó con la época bacterial, y las técnicas inmunológicas han acabado con el miedo a la pandemia de gripe. El comienzo del s. XXI no sería bacterial ni viral sino neuronal. La depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, el trastorno límite de personalidad o el síndrome de desgaste ocupacional definen el panorama de comienzos de este siglo. Estas enfermedades no son infecciones, son infartos ocasionados no por la negatividad de lo otro inmunológico, lo extraño, sino por un exceso de positividad, entendida como sobreabundancia de lo idéntico, que resulta de la superproducción, el superrendimiento o la supercomunicación. El agotamiento, la fatiga y la asfixia ante la sobreabundancia tampoco son reacciones inmunológicas.
Cada época, dice, tiene sus enfermedades emblemáticas. El siglo pasado era una época inmunológica, mediada por una clara división entre el adentro y el afuera, el amigo y el enemigo o entre lo propio y lo extraño. La invención del antibiótico acabó con la época bacterial, y las técnicas inmunológicas han acabado con el miedo a la pandemia de gripe. El comienzo del s. XXI no sería bacterial ni viral sino neuronal. La depresión, el trastorno por déficit de atención con hiperactividad, el trastorno límite de personalidad o el síndrome de desgaste ocupacional definen el panorama de comienzos de este siglo. Estas enfermedades no son infecciones, son infartos ocasionados no por la negatividad de lo otro inmunológico, lo extraño, sino por un exceso de positividad, entendida como sobreabundancia de lo idéntico, que resulta de la superproducción, el superrendimiento o la supercomunicación. El agotamiento, la fatiga y la asfixia ante la sobreabundancia tampoco son reacciones inmunológicas.
Añade que la sociedad del
rendimiento ha derivado en la sociedad de la depresión y, por tanto, la enfermedad del ser humano se
ha convertido en una enfermedad emocional cuya consecuencia más inmediata es que
ahora nos encontramos con una sociedad que por cansancio solo produce
aburrimiento.
El aburrimiento es negativo cuando el individuo no
es capaz de aceptarlo y asumirlo y desesperadamente busca seguir realizando
tareas que lo alejen de él. En cambio, el aburrimiento aceptado y asumido puede
constituir el punto máximo de relajación espiritual. Dice Han.
También señala que la filosofía debería relajarse y convertirse en un juego productivo, lo que daría lugar a resultados completamente nuevos, que los occidentales deberíamos abandonar conceptos como originalidad, genialidad y creación de la nada y buscar una mayor flexibilidad en el pensamiento: “
También señala que la filosofía debería relajarse y convertirse en un juego productivo, lo que daría lugar a resultados completamente nuevos, que los occidentales deberíamos abandonar conceptos como originalidad, genialidad y creación de la nada y buscar una mayor flexibilidad en el pensamiento: “
todos nosotros deberíamos jugar más y trabajar menos,
entonces produciríamos más. ¿O es acaso una coincidencia que los chinos, para
quienes originalidad y genialidad son conceptos desconocidos, sean los
responsables de casi toda invención –desde la pasta hasta los fuegos
artificiales- que ha dejado huella en Occidente? Sin embargo, esto no deja de
ser para el autor una utopía inalcanzable para una sociedad en la que todos,
incluso el ejecutivo mejor pagado, trabajamos como esclavos aplazando
indefinidamente el ocio.
La violencia neuronal
La violencia neuronal
Fuentes: