Lo malo de los
e-mails, es que te privan y te privas de la mirada, la coreografía de los gestos, y la voz (esa
voz) del otro, y apenas ayudan a conocer a quien no se conoce (persona / personaje). No es de extrañar, pues, que lo que se acabe entendiendo muchas veces dependa más del
estado de ánimo del que lee que de la intención del que escribe.

Claro que, según como, puede que esto también sea lo bueno que tienen los e-mails...