Escribe Francesc Beltri Gebrat:
El ‘powerpointulismo’ es una intoxicación causada por una
neurotoxina bacteriana producida por el bacilo ‘hareunapresentación’.
Su vía es, generalmente, alimentaria por ingestión de información en mal estado
o transmitida de manera inapropiada. Puede ser por contaminación, a través de
heridas abiertas en la comunicación con propósitos estéticos, o por el
tratamiento de enfermedades derivadas de la incertidumbre y atrofia muscular
comunicativa.
Esta toxina apareció entre nosotros hace ya casi 20 años. En un primer
momento, como garantía de trabajo previo, y actualmente, en forma de comodín
válido para casi todo, como el perejil de todas las salsas. Me asalta
una pregunta: ¿Hay vida más allá del PWP? Parece que estamos
padeciendo una severa intoxicación de presentaciones que, desgraciadamente,
desplazan la atención hacia una gran pantalla sobre la que el conferenciante
desplegará sus habilidades, más propias del karaoke que de la voluntad
comunicativa. Para nuestra desgracia y aburrimiento, esta forma de presentación
se ha convertido en muletilla irrenunciable de demasiada mediocridad.
“Menos PWP y más power-profe” reclamaba una pintada en los
muros de la Universidad.
Interesado en el sentido de tan potente manifestación,
inquirí a un estudiante al respecto. Clarificadoramente me contestó: “Viene por
aquí algún profe que realmente sabe mucho y es una pena que no puedas
interaccionar con él por su obsesión en seguir a pies juntillas su somnífera
presentación. Te pierdes lo mejor; conversar con él” (sic).
Tiempos estos de estandarización, de empaquetado, de colores y gráficas que
sustentan y apuntalan cualquier línea argumental. Instalados en la creencia de
que aquello dicho en Arial 42 en más verdad. Convencidos que aplastaremos a
nuestro auditorio con colores, tics, flechas, frases ocurrentes, citas doctas y
plúmbeos datos. Ha llegado a ser culto y disciplina cuando, realmente y con
excesiva frecuencia, no es más que una manifestación de inseguridad o de falta
de convicción en el mensaje.
Nuestro ‘powerpointulismo’ requiere urgentemente tratamiento.
Para ello es necesario reconocerse intoxicado y clamar: “PWP. No, gracias”.
Administrar la antitoxina más natural, la conversación comprometedora. Parece
casi romántico hablar de declaración, del valor necesario para afirmar mirando
al auditorio y no a la pantalla: “Si, he sido yo y esto es lo que pienso y
quiero decir”. ¿Tan difícil es aguantar una mirada? Parece ser que sí.
¿Qué fue de la dialéctica? La amputación de la conversación
nos traslada indefectiblemente al famoso callejón sin salida. Abocados sin
remedio al monólogo frente al que, únicamente, caben risas o ronquidos.
Alicatados en presentaciones de pesadilla soñando en que el proyector no se
conecte, en que falle el pendrive, en el formateo espontáneo del CD, en el
fallo inalámbrico de la conexión o en la simple idea de que ‘tenía una
presentación que no pienso utilizar y que les haré llegar, pero prefiero
aprovechar que están ustedes aquí para que conversemos’. Cerrada
ovación.
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Fuente: Yorokubu
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Te invito a que te des un garbeo por este territorio fronterizo, donde encontrarás algunas cosillas mías, las de otros y tal vez algunas tuyas, si quieres. Además, también iré colgando algunas de las cosas que despierten mi curiosidad, confirmen o desafíen mi pensamiento y mis creencias, o me generen algún cosquilleoCuando te apetezca acompañarme, ten a mano los auriculares, sobretodo si quieres escuchar bien los mélanges (sorry, pero en ese tema no he aprendido nada nuevo). Y si no visualizas bien la página, cambia la resolución de tu pantalla a 1280 x 1024. Hala pues!, sírvete un drink, unas almendritas o prende un cigarrillo, y pincha el gadget, que esto despega ya...