Caminar es el estado en el que la mente, el cuerpo y el mundo están alineados
"Me gusta caminar porque es lento y sospecho que la mente, como los pies, trabaja a cuatro kilómetros por hora. Si esto es así, entonces la vida moderna se está moviendo más rápido que la velocidad del pensamiento, (más rápido) de lo que caemos en cuenta"!!!!
Solnit
¿Y si la historia
de la Humanidad
se pudiera explicar a través del caminar? | Rebecca Solnit lo intenta en
'Wanderlust', un ensayo que publica Capitán Swing y que atraviesa filosofía,
arquitectura, antropología y sociología
ALBERT LLADÓ
¿Recuerdan el
segundo capítulo de Black Mirror en el que los ciudadanos
tienen que pedalear su bicicleta estática para conseguir dinero y sobrevivir?
Es la mejor metáfora de la virtualización del movimiento. No es una imagen
nueva, sin embargo, ni mucho menos estéril. ¿No vemos cada día en los gimnasios
a centenares de personas esculpiendo su cuerpo sin moverse un centímetro de su
cinta de correr?
Capitán Swing acaba de publicar Wanderlust, de Rebecca Solnit, un
amplio ensayo que supone una de historia del caminar, un proyecto que atraviesa
la filosofía, la antropología y la sociología, entre otros campos de estudio.
El nombre que da título al libro, que puede traducirse como “un gran deseo de
deambular”, ya nos da una idea de lo que la periodista y activista social
pretende. Por un lado, parece ser que el hecho de ser bípedos fue lo que nos
separó definitivamente del resto del mundo animal pero, paradójicamente, el
andar, sin acudir a los medios de transporte motorizados, sigue conectándonos
íntimamente con nuestro pasado ancestral.
Cuando renunciamos
a caminar voluntariamente, ¿a qué estamos renunciando exactamente?
La tesis de Solnit,
que escribió el ensayo en Estados Unidos a finales de los años noventa, no
puede ser más contundente. Afirma la autora que si el suburbio racionalizó y
aisló la vida familiar, como antes lo había hecho la fábrica, en la actualidad
es el gimnasio lo que convierte en una suerte de simulacro la idea de
movimiento corporal. Pensemos en la cinta de andar o correr.
Inventada en 1818 por William Cubitt fue montada por primera vez en el
correccional de Brixton, cerca de Londres. El artilugio original consistía en
una gran rueda con dientes que servían como peldaños para que algunos
prisioneros no se quedaran quietos. Se trataba, pues, de una labor repetitiva,
un castigo perfecto que fácilmente podemos comparar con el de Sísifo,
condenado a subir una y otra vez una roca hacia la cima de la montaña sabiendo
de antemano que, al llegar, deberá volver a comenzar desde cero. Una y otra
vez. Desde el mismo lugar.
“El gimnasio es el
espacio interior que compensa la desaparición del exterior y constituye una
medida provisional frente al inevitable desgaste de los cuerpo”, escribe la
autora. Contrariamente, el caminar es, para Solnit, una constelación de tres
estrellas: la imaginación, el cuerpo y el mundo “ancho y extraño”.
Hay otros síntomas.
La periodista señala el segway, por ejemplo, cuando con él
descartamos la capacidad de usar los pies para recorrer una corta distancia.
El caminar
colectivamente, nos recuerda, ha sido un rito de la sociedad civil, una forma
de resistencia. Podríamos citar aquí desde las grandes manifestaciones en
contra de un atentado terrorista o las incontables marchas, actuales y pretéritas,
para reclamar derechos sociales.
No es extraño,
entonces, que el caminar haya sido un tema recurrente para los pensadores. Hoy
lo es de nuevo, y ello explica que aparezcan libros como el que recientemente
ha publicado Fréderic Gros (Andar,
una filosofía, Tarus), en que leemos que “caminando se escapa a la idea
misma de identidad, a la tentación de ser alguien, de tener un nombres y una
historia”. Caminar nos permite romper el círculo vicioso de la pantalla, en el
que el presente es continuo, y en el que la inmediatez y la aceleración de la
vida cotidiana impiden la experiencia.
¿No han notado que
cada vez más gente sale a caminar o a correr después de estar todo el día en la
oficina? Seguramente, incluso, hay una sustitución del ídolo paradigmático,
admiramos a quien ha sabido humanizar la escala del movimiento y su relación
con la naturaleza. ¿No es en la actualidad Kilian Jornet el Ayrton
Sena de finales de los ochenta?
Si caminar supone
repensar el tiempo, el espacio y el cuerpo, el caminar es un tema esencialmente
filosófico. Como muchos otros autores que se han interesado por el tema,
Rebecca Solnit asevera que el ritmo del caminar genera un tipo de ritmo muy
parecido al de pensar, creando una “curiosa consonancia entre el paisaje
interno y externo”. Allí entra, también, el azar, la posibilidad de asombro o
la sorpresa de la ruta (imaginemos, contrariamente, la escasa capacidad de
asombro en una cinta de correr).
Caminar es, a la
vez, medio y fin, según la periodista. Y habla de peregrinaje, en términos que
pueden recordarnos a Byung-Chul Han, cuando el alemán de origen coreano lo
contrapone con el turismo. El turista de masa “desfila” sin demorarse. El
peregrino se adentra en la ciudad, no como exhibición, sino como posibilidad de
misterio.
La relación con la
arquitectura es íntima. Si llamamos peripatético al
pensamiento aristotélico es porque el filósofo montó su escuela en una galería
o paseo (peripatos). También los estoicos deben su
nombre a la stoa, el pórtico de Atenas donde se reunían.
Pero es, mucho
después, Rousseau quien más escribe sobre la relación entre la
filosofía y el caminar. Llega a decir en sus Confesiones: “Solo
puedo meditar cuando estoy caminando. Cuando me detengo, cesa el pensamiento;
mi mente solo funciona con mis piernas”. Nietzsche solía
concentrarse así. Y Hobbes, por su parte, tenía un bastón con
tintero para escribir ideas mientras caminaba. Kierkegaard aseguraba
que todas sus obras las compuso a pie.
Cabe preguntarse si
caminar es hoy la manera más auténtica de recuperar, a la vez, al ser racional
y al animal salvaje que se esconden en nosotros. Si andar no es poner en
tensión al autómata que hemos aparentado ser. ¿Por qué no intentarlo? ¿Por qué
no combatir las peores inercias con un simple y gratuito paseo?