Lo malo de los
e-mails, es que te privan y te privas de la mirada, la coreografía de los gestos, y la voz (esa
voz) del otro, y apenas ayudan a conocer a quien no se conoce (persona / personaje). No es de extrañar, pues, que lo que se acabe entendiendo muchas veces dependa más del
estado de ánimo del que lee que de la intención del que escribe.
Y así, con la mayoría de
sentidos en barbecho, todas las ciberconversaciones nacen
incompletas, como una cerveza caliente o una flor de invernadero. Me recuerda el Magritte de ‘esto no es una pipa’. Pura y simple espumita.
Claro que, según como, puede que esto también sea lo bueno que tienen los e-mails...
Claro que, según como, puede que esto también sea lo bueno que tienen los e-mails...