Siempre paso con prisa,
el tiempo justo de dejarle unas monedas y pillar al vuelo esa voz acoplada a una
guitarra con la que entona hermosas melodías que me persiguen por el pasillo. Rotunda, potente, con cuerpo. Cavernosa. Mi
debilidad.
Apenas
capto unos acordes, un audio-clip, y pienso que, si alguna de esas
canciones fueran cantadas por algún famoso cantante, fijo que se
venderían/piratearían a lo grande. C'est la vie.
Lo
verás en vestíbulos y pasillos de la Línea 3, en esas islas señaladas por la autoridad del transporte para los músicos (aquí cantas, aquí no).
Hoy
me he fijado que se ha cortado la coleta gris. Y no sé su nombre.