El silencio
Caminar
es también una travesía por el silencio y un disfrute del sonido ambiental (…)
si el caminante toma las de Villadiego es para escapar del ruido de los coches y
del martilleo de sus radios. Está a la escucha del mundo.
(...) En
oposición a la existencia ruidosa del hombre de ciudad, el silencio se nos da
como una ausencia de ruido, como un horizonte todavía no afectado por la
técnica, una zona en barbecho que la modernidad no ha absorbido aún, o bien, a
la inversa, un lugar que se ha concebido deliberadamente como una reserva de
silencio. El mundo resuena sin
pausa a través de los instrumentos
técnicos cuyo uso acompaña la vida personal o colectiva: la modernidad es el
advenimiento del ruido (…)
El
único silencio -provisional- que conocen nuestras sociedades es el de la
avería, el fallo de la máquina, el fin de la transmisión; es un cese temporal
de la tecnicidad más que la urgencia de una interioridad.Y a veces sólo se
necesita que pare un ruido constante, como el del motor de la bomba de agua o
del automóvil, para que el silencio se nos ofrezca al alcance de la mano, con
una presencia sensible material a la vez que volátil. (...) El
silencio remite entonces a una experiencia anterior a la técnica, a un universo
sin motor, sin automóviles, sin aviones; es el vestigio arqueológico amenazado
de otro tiempo..
(...) El
paisaje no está conformado únicamente por lo que el hombre ve, sino también por
lo que el hombre oye. Todo universo donde reina el silencio abre una dimensión
particular en el seno
del
mundo.(…) El silencio es una modalidad del sentido, un sentimiento que atrapa
al individuo.
(...) La
búsqueda del silencio es así la exploración sutil de un universo sonoro, apacible,
que apela por contraste al recogimiento personal, a la disolución del yo en un
clima propicio. El caminante toma esta carretera secundaria para gozar de la
serenidad y escuchar y compartir el habla. El silencio es un filón moral cuyo
único enemigo mortal es el ruido. (...)
Aliado
a la belleza de un paisaje, el silencio es un camino que lleva hacia el yo (..) El silencio nos proporciona entonces un
intenso sentimiento de existir, y marca ese momento de desnudez que nos invita
a recapitular, a recapacitar, a reencontrar una unidad interior, a dar el paso
de tomar una decisión difícil.
El
silencio es para el hombre como una poda que lo pone de nuevo en forma y limpia
de maleza el terreno en el que se debate. (...)
Para
el habitante de la ciudad acostumbrado al permanente rumor urbano, un momento
de silencio no tiene el mismo significado
que para la persona de campo. Una simple atenuación del ruido del tráfico o de
los trabajos de una obra próxima le basta para sentir que el silencio reina en
ese momento, cuando el campesino sigue oyendo un ruido infernal. (...). Un
mundo tranquilo y silencioso acaba por convertirse en un mundo inquietante en
el que se sienten perdidos todos aquellos que están acostumbrados al ruido. El
cese repentino del bullicio es una idea terrorífica, significa el instante de
vacío que precede al cataclismo.
(...).
La vida cotidiana resuena con todo el estrépito de la ciudad; los altavoces repiten
incansablemente sus mensajes, sus avisos, sus consejos; la música envuelve
melosamente todo: desde los transportes públicos hasta los ascensores, desde
los restaurantes hasta los servicios, en una especie de caza obstinada del
silencio; (...)
A la
profusión de ruido proveniente de la ciudad, permanentemente atravesada por
automóviles, nuestras sociedades contemporáneas añaden nuevos generadores de
ruido en forma de música ambiental en las tiendas, los cafés, los restaurantes,
los aeropuertos, etc., como si
hubiera que ahogar el silencio de estos lugares donde se intercambian las palabras,
sepultarlo bajo una capa permanente de sonidos que nadie escucha, que a veces
incluso llegan a hacer el lugar incómodo, pero cuya función sería la de
proporcionar una sensación de seguridad. Es por lo tanto un antídoto contra el miedo
impreciso de no tener nada que decir, una inyección acústica de seguridad
cuya ruptura repentina suscita una incomodidad todavía mayor. La música
ambiente se ha convertido en un arma eficaz contra una cierta fobia
al silencio, y una forma agresiva de captar la atención de los transeúntes por
parte de los comercios (Le Breton, 1997).
Los
lugares de culto, los jardines públicos, los cementerios, conforman en las
ciudades enclaves de silencio cercados por el bullicio en los que es posible encontrar
un momento de reposo, un breve retiro alejado del mundanal ruido.