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Te invito a que te des un garbeo por este territorio fronterizo, donde encontrarás algunas cosillas mías, las de otros y tal vez algunas tuyas, si quieres. Además, también iré colgando algunas de las cosas que despierten mi curiosidad, confirmen o desafíen mi pensamiento y mis creencias, o me generen algún cosquilleoCuando te apetezca acompañarme, ten a mano los auriculares, sobretodo si quieres escuchar bien los mélanges (sorry, pero en ese tema no he aprendido nada nuevo). Y si no visualizas bien la página, cambia la resolución de tu pantalla a 1280 x 1024. Hala pues!, sírvete un drink, unas almendritas o prende un cigarrillo, y pincha el gadget, que esto despega ya...

Aquí el Mix: Una altra galaxia (Pastora)© + Apolo XI.
Aquí el video y la letra en castellano
"Lo que uno ya es incapaz de contar con el cuerpo y el espíritu termina contándolo con la música" S.Marai

11 febrero 2015

Ya no te quiero. Sergi Pàmies

Smartphones, motherfuckerphones y el romanticismo de la decepción.
A propósito de lo último de D. Trueba, un autor que me gusta mucho, Sergi Pàmies escribe  en La Vanguardia ( 06/02/2015):
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Ya no te quiero
Lo único que tiene que hacer el emisor es comprobar si el destinatario ha recibido el mensaje

 La primera página de Blitz (editorial Anagrama), la última novela de David Trueba, plantea una situación sentimentalmente dolorosa y narrativamente perturbadora. Una pareja consolidada está en un local de comida rápida. Mientras él espera en la barra la entrega del pedido (dos kebabs), su teléfono vibra y aparece este mensaje en pantalla: "Aún no le he dicho nada. me cuesta tanto. uff. tq" y, a continuación, el emoticono del corazón enamorado. El mensaje le informa de tres realidades simultáneas: a) que quien envía el mensaje es su novia, que está justo al lado, en una mesa b) que el mensaje iba dirigido a un amante y c) que de todas las maneras de decirte que ya no te quieren ésta es especialmente cruel porque no hace falta añadir nada más, sólo constatar la devastación producida por el error. Con su inteligencia habitual, y destilando un romanticismo de la decepción condenado a transformarse en fatalidad, Trueba da libertad al lector para que interprete si el error es involuntario o estratégico. Lo cierto, sin embargo, es que la telefonía interviene cada vez más en las separaciones. Las parejas han incorporado el teléfono como un recurso idóneo para evitar escenas que tradicionalmente exigían silencios, tensiones, contraseñas ("tenemos que hablar"), chantajes emocionales, mentiras piadosas y verdades despiadadas. El mensaje de móvil, en cambio, va directo a la yugular. Tras pulsar enviar, ya no hay que compartir las secuelas: el teléfono actúa con la cobardía militar de un dron. Es más: puedes separarte de alguien en compañía de tu amante, ambos desnudos en la cama tras haber copulado con aquella alegría. Lo único que tiene que hacer el emisor es comprobar si el destinatario ha recibido el mensaje.


Habrá quien considere que esta no es la manera más respetuosa de separarse. Pero si hace años que se aceptan los despidos por SMS, ¿por qué ser tan quisquillosos en materia sentimental? Cuando el Barça despidió a Samuel Eto'o, la directiva se lo comunicó por SMS. Yo fui a una rueda de prensa del presidente Joan Laporta y, con cierta petulancia, le pregunté si aquel procedimiento le parecía digno del club. Laporta detectó mi retintín moralista y me rebatió con contundencia. Argumentó que el SMS era una herramienta jurídicamente aceptada y añadió que si tenía problemas con la tecnología, peor para mí. Aprendí la lección. Del mismo modo que yo me había recreado en el tono de la pregunta, él se recreó en la mordacidad de la respuesta y, más allá del fair play dialéctico, nunca he vuelto a dudar de la carga probatoria de un SMS. Leyendo Blitz, sin embargo, he sentido una gran compasión por este hombre que, además de ser despedido a través de un mensaje de móvil, experimenta la miseria de no ser el destinatario desde un punto de vista técnico pero sí desde el punto de vista sentimental. Los llaman smartphones pero deberían llamarlos motherfuckerphones.