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Te invito a que te des un garbeo por este territorio fronterizo, donde encontrarás algunas cosillas mías, las de otros y tal vez algunas tuyas, si quieres. Además, también iré colgando algunas de las cosas que despierten mi curiosidad, confirmen o desafíen mi pensamiento y mis creencias, o me generen algún cosquilleoCuando te apetezca acompañarme, ten a mano los auriculares, sobretodo si quieres escuchar bien los mélanges (sorry, pero en ese tema no he aprendido nada nuevo). Y si no visualizas bien la página, cambia la resolución de tu pantalla a 1280 x 1024. Hala pues!, sírvete un drink, unas almendritas o prende un cigarrillo, y pincha el gadget, que esto despega ya...

Aquí el Mix: Una altra galaxia (Pastora)© + Apolo XI.
Aquí el video y la letra en castellano
"Lo que uno ya es incapaz de contar con el cuerpo y el espíritu termina contándolo con la música" S.Marai

24 noviembre 2012

Gerardo. '¿Decepciones?'

Aquí dejo un post que me ha regalado  el amigo Gerardo, montañero apasionado.

De vez en cuando nos enfrentamos a una montaña o a una ruta determinadas y no salimos airosos del intento. Quizás hemos hecho un derroche de recursos diversos como ilusión, fuerza, tiempo, dinero, incluso intentos repetidos... Y así todo no responde como esperamos y nos “vuelve la espalda”. Podemos tener la tentación de pensar que nos ha defraudado, en el sentido de que no ha respondido a las expectativas que habíamos depositado en ella. Es una tentación humana, casi diría que legítima, y yo soy el primero que he caído en ella más veces de las necesarias; y se te queda una sensación de frustración, según cómo desesperante por su intensidad, aunque dure afortunadamente poco. Pero que sea humano y legítimo no equivale a que sea recomendable ni “justo”, en el sentido de “exacto”, de ajustado a la realidad. En absoluto. En cuanto analizas dos veces tus sentimientos comprendes que es ridículo sentirse defraudado.


La montaña, entre otras muchas virtudes, tiene la de saber ponerte en tu sitio. Es algo esencial, porque tendemos a olvidarlo con excesiva frecuencia en nuestra vida cotidiana. Y una de las maneras de ponerte en tu sitio es hacerte comprender que ella no te defrauda, sino que eres tú el que ha acabado cometiendo una serie de fallos de previsión, de preparación, de apreciación, de ejecución... Los montañeros solemos saber esto, y por tanto llegamos con facilidad a la conclusión de que la montaña no nos defrauda jamás. Es cierto, la montaña no nos defrauda jamás, incluso cuando muestra su faz más despiadada, y no lo hace porque los que la conocemos y la amamos nunca esperamos de ella nada que no sea capaz de ofrecernos más allá de su propia forma de ser, de su propia naturaleza. Sólo puede defraudarte aquello de lo que has esperado obtener más de lo previsible, aquello de lo que esperas unas prestaciones desmesuradas e incluso absurdas teniendo en cuenta su forma de ser o estar; o aquello en lo que cifras erróneamente la superación de tus propias circunstancias y limitaciones. Y no se cometen estos errores con la montaña, no te deja: aunque a veces pueda ser extremadamente generosa, ante todo es rigurosamente ecuánime y nunca pierde la cuenta de lo que pones de tu parte al acercarte a ella. Y, como Naturaleza que es en estado puro, nunca deja de restregarte desapasionadamente ante los ojos tus propias carencias, ya sean psicológicas, físicas, técnicas... Incluso es capaz de descargar sobre ti la mayor ferocidad sin comerlo ni beberlo, azarosamente, está en su naturaleza... Aunque tampoco se priva en general de recompensarte si has hecho los méritos adecuados... Los montañeros sabemos todo esto, y por eso sabemos también que el trato con ella siempre es justo y no permite escudarnos en pretextos ni en excusas. Nuestra relación con ella es limpia y pura, de una sinceridad apabullante que nos conciencia humildemente de nuestros errores y límites, y también de nuestra capacidad para superarlos a veces... Una relación en la que la decepción no tiene cabida.

Deberíamos poder afirmar lo mismo de nuestras relaciones con nuestros semejantes. Oigo habitualmente cómo las personas se quejan de que fulanito o menganito les ha defraudado, les ha decepcionado. A menudo lo dicen además como tratando de culpabilizar a aquél que no estuvo a la altura de las expectativas creadas, según ellos.... Siempre les digo que reflexionen sobre si la culpa no es de ellos mismos, por poner infundadamente demasiadas esperanzas en tal o cual persona sin tener en cuenta los fallos propios, por ser demasiado exigente con el otro y demasiado poco con uno mismo... A mí prácticamente nadie, en mis casi cincuenta años de vida, me ha defraudado de verdad todavía: supongo que porque casi nunca he cometido el error de esperar nada de nadie más allá de lo que creo que puedo esperar de su naturaleza o de su forma de ser... Y no lo digo para fomentar la desconfianza o la desafección hacia los demás, en absoluto, porque una cosa es querer o amar, y otra muy distinta pretender que se haga o que suceda lo que esperas: es cuestión de relacionarse, disfrutar e incluso querer sin esperar nada más allá de lo que vaya sucediendo, a ser posible con respeto, paciencia y sin juzgar.... Y si acaso dejarlo correr, pero sin reproches. Culpar a los demás por tu decepción, manifiesta primeramente un error grave de apreciación por tu parte, en segundo lugar una actitud cobarde por no asumir tus propias responsabilidades y desplazarlas hacia otros, y en tercer lugar que tu dependencia de los demás tal vez roce lo insano y te impida crecer. Sólo después de haber reflexionado a fondo sobre estos tres elementos, de haber tomado buena nota, y si aún quedara algún resquicio de responsabilidad por depurar, podríamos empezar con las exigencias a los demás, con las clásicas listas de agravios del estilo de que fulanito es tal, o cual, o pascual, o me ha hecho esto o lo otro... Ah, las listas de agravios... Las carga el diablo y son una camino directo hacia la infelicidad.
 
No sé si siempre he sabido esto que os explico, o si lo he adquirido con el tiempo, o si ha sido mi trato ya largo con la montaña lo que me lo ha ido transmitiendo. Pero lo cierto es que lo veo así. Imagino que es uno de los pilares básicos de la “soberanía emocional” que trato de conquistar, que sé que voy conquistando poco a poco... Jajajaja, hablando de dependencias, quizás deba trabajar todavía bastante mi dependencia de la montaña... Y eso que al fin y al cabo la montaña acostumbra a ser buena conmigo y me reporta salud, plenitud y alegría, aunque es verdad que a veces me condiciona en exceso... No os digo nada de mi dependencia de venenos y psicotrópicos varios que me aportan mucho menos, jejeje...