Le he visto pintar desde que yo era niña.
Se levantaba cada día a las 5 de la mañana para ir a trabajar y, cuando regresaba, se ponía a pintar en el saloncito. Retiraba el tapete de ganchillo y la sopera de porcelana de la mesita y la cubría con un hule protector para que no le pegaran bronca. Se sentaba en el sofá y colocaba su tablé inclinado, apoyado sobre el borde de la mesa y sus piernas. Su vasito de agua, sus acuarelas, sus pinceles y alguna foto de su pueblo de La Vera, como ésta.
Hoy cumple 82 años. Y sigue pintando.