Hoy he vuelto a tener un pensamiento, y más de una emoción, al recordar que justo por estas fechas visité Bosnia y Herzegovina por primera vez, hace algunos años ya, y en pleno Ramadán. De todas las ciudades que he visitado, ninguna como esta me caló tan hondo, y de ninguna volví tan cargada de emociones encontradas. Y de preguntas.
Encontré una
ciudad-mélange, con cicatrices
pendientes de coser y algunas miradas extraviadas, pero con un paisaje urbano lleno de vitalidad, de terracitas con sillas de mimbre
y una arquitectura que refleja la mezcla de su rico legado cultural, con sus
mezquitas, sus iglesias y sus sinagogas. Una ciudad fascinante, perfumada a
todas horas por el café y el humo de las chimeneas de los restaurantes de cevapcici
de la Bascarcija,
el barrio turco, y llena de pastelerías como la Ramis de la calle Saraci, auténtico
paraíso de golosos, con su deliciosa
repostería, a caballo entre Viena y
Estambul, otro ejemplo más de ese melt pot. Y es que, son muchos los
pueblos que a lo largo de la historia cruzaron el puente del Drina y fueron
dejando su poso cultural en este territorio fronterizo. A propósito, recomiendo
mucho la lectura de la novela Un puente
sobre el Drina, de Ivo Andrich, a pesar de que su primer
capítulo es bastante escalofriante. Aviso.
Otro día me
detendré a escribir más sobre ese
rompecabezas en el que se ha convertido este desdichado país, y sus dificultades
para vertebrarse y recuperar su lugar en el mundo. Y,
para animarte a visitarlo, te
contaré algo sobre su paisaje y su paisanaje, sobre la extraordinaria hospitalidad
de su gente, el festival internacional
de cine de Sarajevo y su intensa vida cultural, el exquisito sumum (ese pan que me vuelve loca) o el burek (fast food casero buenísimo), el Ramadán eslavo, las conservas y
confituras, la diáspora, las coquetas
chicas muslims de Mostar, las aguas verde esmeralda del Neretva, los
contrastes entre esa belleza bucólica de
marco incomparable y los morterazos de las ruinas de los edificios......
Porque
este bonito y fascinante país es algo más que el escenario de aquella guerra
cruel y de aquel “Welcome to Sarajevo” grafiteado en
una fachada agujereada como un colador. Y es que, como dice el reportero Gervasio Sanchez, “la guerra se
vuelve más incomprensible cuando ya no está presente”.
con estas ciruelitas hacen una confitura exquisita |
La música la pone Goran Bregovic ©